




Educadora Virtual
Competencia 6









Propicia y regula espacios de aprendizaje incluyentes para todos los alumnos, con el fin de promover la convivencia, el respeto y la aceptación


Atiende a los alumnos que enfrentan barreras para el aprendizaje y la participación a través del acompañamiento.
Atiende la diversidad cultural de sus alumnos, para promover el diálogo intercultural.
Promueve actividades que favorecen la equidad de género, tolerancia y respeto, contribuyendo al desarrollo personal y social de los alumnos.
Actúa oportunamente ante situaciones de conflicto en la escuela para favorecer un clima de respeto y empatía.
Promueve actividades que involucran el trabajo colaborativo para impulsar el compromiso, la responsabilidad y la solidaridad de los alumnos.
Esta competencia se compone de las siguientes unidades de competencia:




EVIDENCIA

¿Por qué elegí esta evidencia?
Al estar en el quinto semestre de la licenciatura, específicamente durante el curso Atención a la diversidad, aprendí que la diversidad y la educación inclusiva es un desafío para los sistemas educativos actuales, debido a que implican no sólo integrar y aceptar las diferencias de los seres humanos, sino que se deberían de valorar y aprovechar para crecer juntos. Arnaiz (2005) mencionaba que la diversidad se puede presentar de muchas maneras: cultural, social, de sexos, ligada a factores intra e interpsicológicos, de necesidades educativas especiales, discapacidad o sobredotación.
De igual manera, Stainback (1999) decía que una escuela inclusiva es aquella que logra proporcionar a todos sus estudiantes un programa educativo, apropiado y estimulante a sus necesidades y capacidades. Asimismo, se les deben brindar apoyos y ayudas tanto a los alumnos como a los profesores y padres de familia. Por otra parte, también pude construir conocimientos acerca de lo importante que es dejar que los niños construyan su identidad de género por sí mismos, evitando estereotipos y prejuicios.
Antes de estudiar esos contenidos me preocupaba por atender las necesidades específicas de mis alumnos pero no sabía cómo hacerlo. Un ejemplo de ello fue cuando en el segundo año de la licenciatura en mi grupo de práctica estaba un pequeñito cuyo nombre es Kevin, que padece de epilepsia. Lo que hice fue buscar información acerca de esa enfermedad, indagar datos sobre él, su medicación y requerimientos, así como tratar de incluirlo en las actividades, aunque en ocasiones me era muy difícil porque su lenguaje no estaba tan desarrollado como el de los demás niños, pero eso no impidió que lograra aprender lo que les estaba ofreciendo.
Posteriormente, me encontré con Sergio, durante el tercer año de la licenciatura, un chiquito que padece de autismo severo. En esa ocasión sentí que el reto era mayor, por supuesto no me refería al niño sino por el entorno escolar del pequeño, puesto que, aunque las docentes del Jardín se mostraban preocupadas por incluirlo la mayor parte del tiempo, las estrategias que utilizaban parecían no ser las adecuadas para tratar el autismo, por lo tanto los resultados y avances eran escasos. Desde mi perspectiva, a pesar de que consulté a diferentes especialistas para ayudar al infante, tener resultados en dos semanas (la duración de la jornada de práctica) era un tanto ambicioso. Sin embargo, durante las ultimas semanas de intervención sí logré que participara en las clases, a través de estímulos por medio del sentido del tacto y del oído.
Actualmente, tengo un alumno con Trastorno oposicionista desafiante. Su nombre es Tadeo y, al igual que con Sergio, el mayor reto se encuentra en su entorno, pero no sólo escolar sino también en el contexto familiar por múltiples razones que omito para salvaguardar su privacidad. Durante el séptimo semestre de la carrera, he tenido la oportunidad de estudiar el caso de Tadeo de forma más profunda, sistemática y guiada gracias al curso Atención educativa para la inclusión, lo que me ha permitido obtener junto con él muchos resultados a favor de su desarrollo.
Es importante mencionar que estas oportunidades de aprendizaje me han permitido desarrollar esta competencia, preparándome más para mi futura labor. Asimismo, he diferenciado los conceptos de discapacidad y barreras para el aprendizaje y la participación, siendo la primera el resultado de la interacción entre las personas que padecen de una deficiencia (motriz, lingüística, de conducta, psicológica, intelectual), o bien, capacidades sobresalientes y las barreras que se encuentran en su ambiente y que les impiden vivir plenamente en sociedad (SEP, 2015). Dichas barreras (físicas o intangibles) provienen del ámbito cultural, político, económico o social.
Por lo tanto, todos mis alumnos y, en especial, Kevin, Sergio y Tadeo me han enseñando a atender sus necesidades y características incluyéndolos verdaderamente en el proceso educativo. Echeita (2006) ya mencionaba que la integración y la inclusión no son lo mismo. Ser inclusivo requiere apoyar y realizar adecuaciones y ajustes, pequeñas ayudas personalizadas a cada uno de los infantes con base en las evaluaciones que vayamos haciendo. Asimismo, me parece esencial incluir en este trayecto a las familias y al resto de la comunidad escolar para la inclusión de todos y cada uno de los alumnos, respetando y valorando las diferencias.
